Una Guerra de Once contra Once por Antares
Por Antares
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Hace algunos días escribí un ensayo, o mejor dicho,
una reflexión acerca del deporte. Esta vez, continuando con éste tópico,
quisiera reflexionar sobre los vínculos que se crean entre hombres en el
fútbol.
Tomo el
Futbol como ejemplo, no por su “popularidad”, pues existen demás deportes donde
la camaradería entre sus aficionados también se da, como lo puede ser el
basquetbol, el futbol americano o las artes marciales, sino por dos cuestiones,
una, es el deporte que practico (como amateur claro está) y que he seguido toda
mi vida y dos, por las características de sus aficionados que se organizan en
torno a las denominadas “Barras”.
Es
cierto, este deporte ya está viciado, corrompido como cualquier otra actividad
donde el dinero es el verdadero objetivo; sin embargo, en su esencia, es un
bello deporte que ha cautivado a millones de aficionados a lo largo del orbe.
Tampoco es el famoso “opio” en el que muchos “intelectuales raquíticos”
descargan su frustración social con la famosa y trillada frase “al pueblo pan y
circo”, ya que para ser un siervo del sistema no es requisito que te guste el
fútbol, puedes serlo con el simple hecho de creer en las urnas e ir a votar
cada tres años.
El
fútbol como lo conocemos es un deporte de origen inglés[1] creado a finales del siglo XIX. Desde sus
inicios su expansión en el mundo se dio muy rápido. Para 1916 se celebró la
primera competencia internacional en Argentina, que llevó por nombre “Copa
América” y que se sigue celebrando hasta nuestros días. Precisamente en éste
país de la Patagonia surge un fenómeno social, si se le quiere llamar así,
denominado “Barras”, que no es más que un grupo organizado de aficionados que
alientan desde las tribunas a sus equipos. Algo similar surge en Europa con los
llamados “Ultras” y “Hooligans”, pero este no es el espacio para hablar de la
historia del fútbol, pasemos al grano.
Primeramente hay que hacer la mención que es cierto que en las barras se
filtran elementos que no son más que drogadictos o criminales y aprovechan el
anonimato que crean las masas en los estadios para hacer de las suyas, esto es
de sobra conocido, de hecho existe literatura y documentales al respecto, y que
de alguna u otra forma ha provocado que en algunos sectores más mojigatos, como
entre los académicos, el fútbol no sea bienvenido.
Pero
por otro lado, el ambiente que crean las “Barras” o “Porras” en todo el estadio
es tal que invita a la camaradería entre hombres. Un buen par de cervezas,
comentar sobre el juego, llevar puesto los mismos colores que el equipo que se
apoya crea una fraternidad aun cuando quizá sea la primera vez que esos dos
sujetos se ven. También, durante los noventa minutos de juego se crea una
especie de ambiente “marcial”. Pintarse el rostro, como hacen algunos, para
alentar a su equipo favorito es una práctica tribal que tenía normalmente dos
fines: religioso y militar; los cánticos, cuando toda la afición canta al
unísono es una muestra de apoyo y de hacerle saber a los once jugadores en el
campo de juego que no están solos; en las marchas militares se emplea el uso de
cánticos.
No
olvidemos las banderas, pues desde la antigüedad los ejércitos llevaban a la
lucha banderas que los identificaban de los rivales, en el fútbol, las banderas
cumplen esta función, mostrarle al rival el poderío y entusiasmo de tu
“hinchada”. Es curioso observar que en muchas ocasiones las “Barras” realizan
marchas por las calles aledañas a los estadios mientras emplean todos los
elementos mencionados anteriormente y que da la impresión de ver pasar un
ejército dirigiéndose a la batalla. A la vista de los “profanos” o de los que
no gustan de éste deporte en particular podrían ver solamente jóvenes en un
rato de ocio.
Lo que
no se puede negar, como lo mencioné anteriormente, es que por medio del fútbol
y con el aliento de las “Barras” como protagonistas de los partidos, el
hombre puede crear vínculos con iguales,
realizar deporte, fomentar la camaradería[2] y fortalecer la masculinidad
y la virilidad, a final de cuentas las Barras y los aficionados en general
forman un pequeño “ejército” y que mejor que conocer camaradas camino a la
“guerra”, y admitámoslo, aunque algunos seamos más cobardes que otros, en
nuestra biología como hombres está el gusto por la guerra. Aprovechemos estos
espacios como herramientas para reivindicar la dignidad del hombre puesto que
son de las escasas áreas en los que los lobbies feministas y LGBT aún no han
contaminado…hasta ahora.
[1]Existieron
otros deportes como el Juego de Pelota practicado por los Mayas o el “Cuju”
practicado en la antigua China.
[2]Ejemplo
de ello se encuentra en la película Green Street (en español Hooligans)
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