La Historia se escribe con Sangre por Antares



Por Antares
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Nunca he sentido una “fobia” por la guerra, no en el sentido en que lo manifiestan los “pacifistas” de nuestra época, de hecho, en todo caso, le temo más a ellos que a los belicosos. El estudiar historia me ha permitido comprender que la guerra, para bien o para mal es un proceso natural en el desarrollo de la humanidad, es cierto, incluso para hacer la guerra existen reglas, o mejor dicho un código de honor.

       Desgraciadamente en medio de todos los conflictos los afectados suelen ser los infantes y las mujeres, pero ¿Qué se puede hacer?, sin embargo, no quiero dedicarme a vociferar contra esta actividad humana. Este preámbulo es para hablar sobre un tema que desde la primera vez que leí sobre él me ha fascinado: Las Guerras Púnicas. Dos pueblos en expansión, aunque uno en decadencia y el otro en pleno auge se enfrascaron en una guerra que definió la historia de occidente. Durante éste conflicto se realizaron proezas dignas de una epopeya; proezas que hasta nuestros días siguen intrigando y fascinando a propios y extraños. Además, una vez que leí y reflexioné sobre este tema comprendí que la historia digna de ser narrada es aquella que se escribe con sangre y no con diplomacia, pues la sangre representa lo más humano, lo primitivo, nuestra esencia, mientras que la diplomacia es lo artificial, lo hipócrita, lo demócrata.

       Roma, aquel imperio que ha inspirado todo tipo de arte, no fue siempre un ente formidable. Como toda civilización, cuando se encontraba en pañales era un puñado de pueblos de la península itálica que paulatinamente lograron conquistar todos los territorios aledaños, claro está, en mayor medida por medio de las armas. Alrededor del año 260 a.n.e, la en ese entonces “república romana” ya tenía bajo su dominio gran parte de la costa mediterránea, desde lo que hoy es España hasta parte del Asia Menor (actual Turquía), pero aún existía un obstáculo: Cartago.

     Cartago era un pueblo fundado por los fenicios de Tiro aproximadamente en el año 800 a.n.e, su origen es semítico. Los cartagineses, ubicados en el norte de África (actual Túnez), contaban también con vastos dominios, entre ellos la isla de Sicilia, al sur de Italia, ésto causó en los romanos cierto temor, ya que existía la posibilidad de que Sicilia funcionara como la puerta de entrada de los cartagineses en una posible invasión.

     So pretexto de sofocar una lucha entre ciudades sicilianas los romanos invadieron la isla y los cartagineses sin dudarlo respondieron también con las armas, dando inicio a una serie de guerras que se prolongarían por más de cien años. Tradicionalmente se divide en tres guerras púnicas (Punicus era la palabra latina para fenicio). En la primera, con muchas dificultades Roma salió victorioso y posteriormente y de manera ventajosa, aprovechó la “paz” para invadir las islas de Córcega y Cerdeña, hecho que enfureció a los cartagineses, cuyo principal general, Amílcar Barca le hizo jurar a su hijo de nueve años Aníbal que “odiaría Roma hasta la eternidad”[1], así la guerra entre estos dos pueblos pasó a ser un asunto personal.

     Aquí es donde entra una de las hazañas militares más impresionantes de la historia. Aníbal fue un estratega muy inteligente pero sobretodo con una gran fuerza de voluntad, que rayaba en la terquedad. Su padre había conseguido crear alianzas con los pueblos ibéricos, ante ésto, Roma decidió invadir la península para poder extender su influencia a toda la zona, situación que provocó una nueva guerra. Pero en esta ocasión, los cartaginenses serían dirigidos por Aníbal, quien ya era un adulto de 25 años. Su estrategia fue distinta a la de su padre, esta vez llevarían la guerra directamente a las puertas de Roma.

    Aníbal decidió juntar un grueso ejército, una vez hecho eso decidió partir hacia Roma, pero no lo hizo por mar, que era en ese momento la manera más convencional y rápida de llegar, lo hizo por tierra, partiendo por Iberia. De acuerdo a Jackson Spielvogel, el ejército de Aníbal estaba conformado por 40000 hombres y 6000 caballos y elefantes, así es, Aníbal llevo elefantes como parte de su ejército y éstos cruzaron (los que sobrevivieron al camino) toda Europa occidental.

     Durante su travesía Aníbal logró ganarse la confianza de diversos pueblos galos que se incorporaron a su ya numeroso ejército. En el trayecto el ejército cartaginés tuvo diversas batallas contra fuerzas romanas, pero éstas se vieron impotentes ante el poderío de su ejército. Solo en la batalla de Cannas 40000 romanos fueron aniquilados. Aníbal realmente era una amenaza para todo el imperio.

     Por su parte el ejército cartaginés tuvo serias dificultades cuando tuvo que cruzar los alpes suizos, solo imaginen las condiciones climáticas para una infantería acostumbrada a climas áridos, ni que decir de los elefantes; lo complicado del camino aunado a su peso provocó la muerte de varios, pero de alguna u otra forma Aníbal
y su ejército salieron bien librados de los Alpes; aunque para los romanos las cosas iban de mal en peor ya que, quizás motivados por las historias que llegaban desde las galias de un “ejército libertador”, varios pueblos del sur de Italia se rebelaron contra Roma, ahora, éstos tenían que replantear su estrategia, pues ya no era uno, sino dos frentes de batalla.

      El final se acercaba, Roma parecía tener los días contados. Quizá no era la “república” formidable que ellos pensaban. ¿Era posible que un pueblo más viejo como el cartaginés los derrotara? Si, así parecía. Pero la historia tenía una segunda oportunidad para los romanos. Aníbal y su ejército estaban prácticamente a las puertas de Roma, sin mencionar las rebeliones que se estaban dando en el sur de la península itálica… solo unos pasos más y la guerra terminaría, y no solo eso, los cartagineses podrían hacerse de un vasto territorio; extender sus fronteras, vigorizarse...pero no fue así…

     Aníbal decidió seguir de largo, él y su ejército evitaron entrar a Roma y regresaron a casa. Los romanos sabían que ésta era una oportunidad única: reorganizaron su ejército, sofocaron las rebeliones en la península e imitando a su contrincante llevaron la guerra directamente la guerra a Cartagena. En el año 202 a.n.e, Aníbal fue derrotado y años después, y como una civilización que daba sus últimos estertores, los cartagineses no pudieron hacer nada contra la vigorosa fuerza romana que no solo los derrotó, sino que los aniquiló.

     Existen diversas hipótesis sobre la negativa de Aníbal de invadir Roma, hasta el día de hoy sigue siendo un misterio, lo que si es un hecho, es que esta decisión le costó la vida a Cartago, y por el otro lado, fortaleció e impulsó el ascenso de Roma como fuerza hegemónica del mundo antiguo.


[1]Spiellvogel, Jackson. Civilizaciones de Occidente. Volumen A. P. 113


Imagen de inicio: Soldado romano se alza victorioso ante un elefante y un cartaginés muerto. La imagen forma parte de la portada del disco “Immortal wars” de la banda canadiense de epic death metal “Ex Deo”.

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