Abrahel: Diosa Falsa por Velkan Corvinus
Por Velkan Corvinus
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Abrahel es un súcubo (demonio femenino o una demonia si se le quiere
llamar así) que conquistó a un pastor de nombre Pierrot en 1581 en una aldea a
orillas del Mosela. Esta oscura mujer se entregaría a Pierrot a cambio de la
vida de su hijo, lo cual el pastor accedió y se dio un festín con el lujurioso
ser.
El pastor, al ver lo que había hecho, se arrepintió profundamente,
haciendo que el demonio apareciera de nuevo. Abrahel le ofreció traer de vuelta
a la vida a su hijo a cambio de que Pierrot la adorara como a un dios. El
pastor accedería y el demonio trajo de vuelta a su hijo, pero de una forma
diferente. El niño era de aspecto lúgubre, muy parecido al de un zombi. El
pastor siguió adorando al demonio como una diosa hasta que ésta se aburrió y
abandonó el cuerpo del niño para volver hacia donde había venido. El cuerpo del
niño cayó como cadáver, desprendiendo un olor nauseabundo. Al final fue
enterrado de manera secreta y nadie volvió a hablar de lo sucedido.
La historia detrás de este personaje femenino nos enseña algo que está
más que presente en estos tiempos, el cómo el hombre ha entregado su orgullo
masculino como ofrenda hacia las “Nuevas Diosas” del panteón posmoderno.
Los hombres se sienten importantes o miden su importancia mediante la
aprobación femenina. Los PUAs (Pick Up Artist, que serían los que te enseñan a
ligar, como seducir, a hacerte valer para con una mujer) se han puesto como
mesías en esta parte de la vida del hombre, como maestros para cumplir una
necesidad o un deseo que es estar con una mujer, y al hacer esto, los hombres
le han dado a la mujer el poder de decisión, como un juez, de quien es un
hombre de verdad y quien no lo es, de si tienes masculinidad o careces de ella,
pero lo más importante, le han dado un poder a la mujer para que ella decida si
un hombre es DIGNO, cuando esa decisión es personal y es entre hombres, pues
sólo entre hombres pueden decir quien es un hombre digno o no, un hombre
debe buscar ser digno para sí mismo antes que para los demás.
Cuantos no han buscado tener una mujer o una novia, es completamente
natural y normal, pero cuantos han sentido miedo de ellas en cierta cuestión
principal, el rechazo. El hombre le ha dado demasiado poder a la palabra de una
mujer que a sí mismos. ¿Por qué digo esto?, simple, pues el rechazo de una
mujer puede ser simplemente como una ventisca a una montaña, el problema es que
el hombre le da tal poder a la palabra o actitud de una mujer que dependa lo
que diga puede ser tu alegría o tu destrucción.
La mujer es poderosa y fuerte, porque el hombre ha decidido que así sea.
La investigación del Dr. Crawford Aldritch titulada Eros: el
Experimento Romeo y Julieta , me mostró algo interesante, aunque
realmente nada novedoso, claro, para el que no ha abierto los ojos. La cuestión
de la seducción, como anteriormente lo comente en el escrito del Juego y el
Agogé espartano, se ha vuelto el pilar o la médula espinal de la forja de los
hombres, pues un hombre es el que es atractivo o deseado por las mujeres, es el
que tiene novia, es el “popular” y famoso para con el sexo opuesto, es el
“Macho Alfa” de verdad, cuando realmente no es así.
Eros demostró con evidencia social real como es que el hombre
engrandece a la mujer, el ego de la mujer, y como es que el hombre convierte a
la mujer (entre más guapa mejor) en una “Diosa”. La mujer se ha convertido en
la Diosa de los Hombres. Ella decide quien vale y quién no, ¿y como lo hace?,
sencillo, el hombre que más la complazca, que más siga sus designios, quién la
ponga como prioridad, es el que tiene la bendición de esta nueva diosa.
Los PUAs dirán que eso lo hacen solamente los “Betas”, pues ellos son
los necesitados por validación femenina, o los que piensan que necesitan una
mujer o una novia para sentirse realizados y completos, y es cierto, pero
¿solamente los betas? Los maestros de la seducción básicamente crean hombres
“Alfas” (cual sea el significado que ellos le den a la connotación alfa), y
dicen que el hombre alfa es aquel que no necesita a una mujer, o aquel que no
es un necesitado, que esta tan bien consigo mismo que no necesita de validación
femenina, que es alguien de abundancia, si es así entonces ¿por qué centran
esfuerzos, clases, “seminarios” y libros en saber cómo piensan las mujeres,
como ligar, como “llegarles” si no buscan la aprobación femenina?, desde aquí
hay una incoherencia.
Muchos dirán o justificarán de el por qué los maestros del ligue hacen
eso, o lo que yo estoy afirmando es incorrecto, que yo no conozco y soy
ignorante del tema, no me importa lo que ellos piensen, pero una cosa es
segura, los hombres que buscan a gurús o a mentores que les enseñe como tener
novia, son hombres que han convertido a la mujer en el centro de su existencia
o de su identidad, las han convertido en algo que no son, una DIOSA.
Puede que crean que estoy demonizando a la mujer o que este es un tipo
de manifiesto misógino, claro que no. La mujer es alguien realmente bello, es
una ser especial, hermoso y magnífico, tan hermoso como letal, mejor compañera
para un hombre jamás se hubiera pensado mejor, pero también esta fascinación o
este tipo de pensamiento para con la mujer debe tener un límite o una regla,
pues el pensar tan de esa manera hace que se les ponga en un pedestal y hace
que las mujeres se sientan diosas cuando no lo son.
El querer tener novia, una compañera, una pareja o como quieras
definirlo no es malo o anti masculino, al contrario, el tener novia o una mujer
es parte de ser masculino pero la masculinidad no está definida o cimentada en
que para ser masculino debes tener una mujer. La mujer en el camino del hombre
es solamente una experiencia, es digamos un accesorio más en nuestra vida, es
una compañera con la que puedes experimentar vivencias fantásticas y hermosas
si lo quieres ver desde esa perspectiva, pero es alguien que no define tu
masculinidad, pues tu masculinidad la cultivas tú, tu orgullo y tu honor, ella
no tiene nada que ver.
Un hombre que centra su vida en una mujer, centra su razón de ser en
algo limitado, en algo de lo que no tiene un control, en alguien ajeno a su
persona que depende de la voluntad o de la palabra de ese alguien, ese hombre
ha cedido su libertad por voluntad propia a otra persona, en este caso a una
mujer.
Es como si un hombre libre se encadena a sí mismo y se ofrece como
esclavo y sirviente a este tipo de diosa falsa. Un hombre debe centrar su razón
de ser en algo mucho más trascendente a sí mismo, y que a la vez tenga el
control de ello, esto es el HONOR, tu honor como hombre, tu honor personal, la
lealtad a ti mismo, a tus principios y a los valores que tú has decidido que
son fundamentales en tu vida. Un hombre se rige por su código personal, su
identidad y su valor como persona y sólo él puede auto juzgarse si es digno de
lo que es o no. Si ha mantenido su lealtad para con su honor o debe
sacrificarse para recuperar su honor y demostrarse que es digno de sí mismo.
Debe dejar de ver a la mujer como un ser sobrenatural, como una falsa Diosa,
ellas son como tú, son de carne y hueso, tienen problemas, tienen emociones y
vidas similares a la tuya, ellas no son alguien de quien debas depender o
alguien a quien le des tu admiración o pleitesía como si fuera un tipo de reina
o mesías por la que te sacrificarías por tener su aprobación.
Un hombre se centra en sí mismo, busca su realización y superación para
su beneficio propio, para consigo mismo y para con su honor, la mujer es
solamente una persona que puede estar en tu vida pero que no debe alterar quién
eres, estando ella o no tú debes mantenerte firme para con tus principios y
para contigo mismo. No te rijas para con sus aprobaciones, no seas un
necesitado para con ellas, no seas un adulador o un sacerdote más que fortalece
el culto de esas falsas diosas, no seas un esclavo para con sus deseos o
gustos, ellas no merecen tal adoración, busca tu perfeccionamiento y tu
fortalecimiento, y si en tu vida tiene que haber un dios, se tú ese dios. El
ser hombre no lo define jamás una mujer, la masculinidad se forja con el coraje
y el honor de los hombres.
La masculinidad no nace del vientre de Afrodita, sino de la FURIA DE ARES.
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