Reflexiones sobre Manuel Lozada por Lobo de Tercio



Por Lobo de Tercio
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Para este trabajo me gustaría hablar sobre la figura de uno de los personajes más curiosos y polémicos de nuestra historia, Don Manuel Lozada, “El tigre de Álica”, que pasaría a convertirse en una leyenda por su forma de hacer las cosas y también por supuesto por el hecho de que se conoce muy poco sobre su vida en general, más que algunos detalles que nos ayudan un poco a situarlo en su contexto. Despojandome de todas aquellas pasiones que pudieran suscitarse durante el presente trabajo, y que como futuros historiadores no nos podemos darnos el lujo de realizar, pretendo abordar desde una perspectiva crítica analítica algunas de sus acciones más relevantes y que lo inmortalizaron en las páginas de México y sobre todo de Jalisco y Nayarit, para la eternidad.

Diversas regiones de nuestro país han experimentado conflictos de todo tipo y desde épocas muy antiguas, en este caso la zona del Nayar que en tiempos del lejano virreinato dieron motivo a que durante un tiempo fuera considerado como una zona militarizada (la breve existencia de Nuevo Toledo), esto debido a la naturaleza bélica de los habitantes de esta tierra donde los últimos reductos indios lograrían ser domados hasta bien entrado el siglo XVIII.

La historia de Don Manuel Lozada se ubica en este espacio pero un siglo más tarde, en la primera mitad del XIX. Una manera muy peculiar de actuar tuvo nuestro personaje; podría parecer una gran contradicción el repaso por su vida de caudillo y política, eso sí lo vemos desde una óptica sesgada o simplista donde sería sí muy sencillo describirlo, pero sería negligente y no nos serviría prácticamente para nada el aproximarnos por encima, se necesita comprender su marco de actuación para tener un juicio histórico justo.
No digo que sea fácil obtener la verdad histórica, y menos de un personaje del que no se sabe casi nada, más que nada se saben detalles de su actividad por medio de documentos políticos, y por relatos orales que fueron el pie principal para el nacimiento de su leyenda.

Las repercusiones de sus acciones tendrían tal impacto en la vida de los jaliscienses que si a alguien se le debe la separación y posterior constitución como estado a Nayarit es precisamente al Tigre de Álica; el séptimo cantón de Jalisco pasó a ser independiente por motivos políticos y de temor, no solo para Jalisco sino también para el gobierno central. No era para menos, Lozada había logrado por su cuenta formar un grupo lo suficientemente fuerte que perduró hasta su muerte.

Por ahí he escuchado que digan que tiene una historia parecida a la del forajido Doroteo Arango, “Pancho Villa”, incluso comparaciones con Zapata. Lo cierto es que si bien Lozada había comenzado sus andanzas como criminal, sin que ello implique justificarlo, de alguna manera se dio cuenta del poder que llegó a tener en sus manos y con ello se le ocurrió la idea de lograr un mayor alcance tanto social como político, a mi parecer un hombre inteligente y que no vivía cegado por añejas rencillas, sino que vivía el momento, su momento.

Se debe reconocer que a pesar de su gran sencillez y esa manera sanguinaria de proceder, supo encauzar su lucha hacia fines más comunes que una ambiciosa búsqueda por poder absoluto, de muchas formas vio la manera de encontrar el camino que guiaba a la justicia para con los que consideraba los suyos, su pueblo, no por nada San Luis de Lozada lleva ese nombre.

Precursor de las políticas de repartimiento de tierras del tipo que se verían décadas más adelante de su muerte, durante el incipiente y violento siglo XX, en la llamada revolución mexicana y que se intentarían realizar de la mano de Emiliano Zapata. Trataba de hacer los repartos lo más justo posible y en beneficio de la gente.

Se le tiene de cierta forma estigmatizado de “mocho” y de conservador, por sus adhesiones a los movimientos políticos y militares de ese bando, uno de los dos en disputa del poder nacional, siendo francos “no se debe morder la mano de quien nos da de comer”, para ser preciso de quiénes nos protegen, se sabe que la iglesia protegió los intereses materiales de los indios desde hacía mucho tiempo, donde los hacendados querían agenciarse tierras que les pertenecían a sus comunidades, Lozada sabía bien eso, por ello bajo el lema de “religión y fueros” se abanderó para proteger a la institución que les había brindado respaldo, oposición a la Ley Juárez.

También supo acomodarse bajo el manto del Imperio de Don Maximiliano de Habsburgo, quien como Juárez intentarían de manera infructuosa ganarse por entero su confianza. A pesar de tantos halagos y seducciones por parte de ambos, Don Manuel con la cabeza muy fría supo mantenerse al margen de ambos poderes, ello sería la clave para la longevidad de su movimiento. Su relación con el régimen republicano y con Juárez fue como de que se pactaba una paz como de “dientes para afuera”, ya sea por prevenir las eventualidades de una posible confrontación, que a ninguno de los dos convenía, a Don Manuel para tener control sobre su región y a Juárez por los costos que ello implicaba. Meterse a la sierra de Álica era muerte segura para los que desconocían el terreno, he ahí el origen del apodo de Don Manuel.

El problema con Lozada sería que al verse como la figura de mando absoluta dentro de su muy delimitada y específica región, sería para él muy fácil de cierta manera radicalizar el tema del reparto agrario e intentar dejar cada vez menos tierras en manos privadas, uno de sus mayores errores. Sería uno de los principales motivos que impulsaron al general Ramón Corona a intensificar sus combates hacia el Tigre. El otro error fue que al tener una gran cantidad de hombres se le hizo fácil a Lozada intentar tomar la capital del estado y saquearla, para entonces ya tenía mucha influencia y poder, aunque a la hora de enfrentarse al general Corona no fue suficiente y en la batalla de “la mojonera” prácticamente a las puertas de la ciudad, fue derrotado y capturado y posteriormente ejecutado. Por eso pasaría a tomar para muchos el lugar de villano en la historia de bronce.

“Los vencedores escriben la historia”, aunque lógicamente no sabemos qué hubiera pasado si Lozada hubiera derrotado a Corona, era predecible que la ciudad hubiera sufrido una hecatombe y que ello podría suponer una mayor escalada en un conflicto inclusive nacional.

Lejos de su mítica vida personal e incluso bandida, es admirable sinceramente la tenacidad que Lozada demostró al enfrentarse a las adversidades que le rodeaban, en su época gente de extracción humilde y servil como él no tenían la vida nada fácil, donde sino terminabas tus días trabajando de sol a sol en una hacienda no había muchas posibilidades de tener una vida digna, y por ello la proliferación del pillaje, y de nuevo, no se justifica, nuestro protagonista no se abstrajo de ello.

Lozada nos enseñó, como personaje histórico, actor político muy importante y digno de estudios posteriores, que podemos tener poder en nuestras manos y hacer las cosas muy bien; tampoco ello implica perder tus raíces.
Lozada como muchos otros personajes mexicanos merece ser recordado como hombre que fue, parte de procesos históricos que nos definen, que debemos acabar con las iconografías de héroes y villanos, dejando que la propia historia se encargue de juzgarles.

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