Sobre el Honor (Visión Céltico-Druídica) por Iolair Faol
Virtudes que para los celtas eran imprescindibles en la conducta humana; Honor, Hospitalidad, Honestidad, Justicia, Lealtad y Coraje. El Honor a juicio del autor, ocupa la primera posición, como una de las virtudes más valoradas dentro del Druidismo.
Es evidente para el individuo que se haya interesado en leer algunas leyendas celtas, que el concepto del honor celta, se halla latente en no pocas historias y descripciones épicas de los diversos personajes que las protagonizan.
Observamos dentro de la epopeya insular de Eire, la cual se saca a colación como ejemplo por ser la más conocida dentro del orbe celta, a personajes tales como Cuchulainn, como Finn y sus guerreros Fianna, como Fergus Mac Roig, como Deirdre y los hijos de Uisnech, en el relato de su destino o como a Diarmait y Grainne, en la desventura de su romance, y un largo etc.
Ello, por no mencionar las muchas odiseas y hazañas de los propios Tuatha dé Dannan, donde el honor o el deshonor, se halla presente en casi todos sus acontecimientos.
No solo en las batallas, luchas o aventuras asoma el honor celta, sino también en el amor y sus relaciones tribales y no pocas veces también, siendo resultado de sus “geasa” (plural de geis).
En realidad, en todo el territorio ocupado por los celtas, fueran éstos continentales o insulares, podemos constatar como el honor o actuar según ese código e incluso a veces en contraposición a éste, siempre se hallaba presente, pues no en balde la estima por él, fue una de las peculiaridades pan-celtas de esta cultura.
No se pretende tratar en este capítulo, dónde y dentro de cual leyenda o historia más o menos folclórica, se produce una cuestión de honor y porqué o cómo se resuelve o si se resuelve o no, etc. De así hacerlo, tendría, el presente capítulo, un carácter exclusivamente de verificación a nivel de anécdota sobre la cuestión del honor celta en su aplicación social.
Lo que se pretende exponer, no es una ilustración y enumeración de datos sobre donde, por qué, cuándo y cómo, se daba el honor en un lejano pasado pagano y celta, aunque se pueda sacar en concretos momentos del módulo a colación. Lo que se intenta explicar es como puede entenderse hoy el honor, desde una visón druídica actual, basada por supuesto, en las esencias celtas y druídicas, las cuales sí conocemos.
Incluso, como poder aplicarlo siendo como es, una pauta de la conducta humana, al menos entre aquellos que siguen el camino espiritual druídico, que modela en su recorrido las voluntades, dignidades y éticas personales.
Basándonos pues, en esas esencias céltico-druídicas, se ha desarrollado la argumentación sobre la importancia del honor en nuestras propias vidas, desde una óptica druídica, en principio personal del autor, pero que puede ser considerada esencialmente pagana y ampliada concretamente dentro de esta noción. Apuntado lo cual, no se excluye que otras espiritualidades o filosofías pragmáticas, puedan tener paralelismos o concomitancias con la visión que se expondrá.
Realmente, mucho habría que hablar sobre el honor; ¿Es esta una cualidad consustancial con en el ser humano? ¿Varía según las latitudes, países, clases sociales o culturas? ¿Varía según las épocas?
Y todas estas preguntas tendrían una escueta y afirmativa respuesta: Si
La noción sobre el honor se trata de un concepto muy antiguo que ha sido estudiado en diferentes contextos históricos, culturales y sociales, y en cada uno de ellos adquiere significados, funciones y características peculiares y distintas.
Entonces, podemos continuar la exposición y síntesis con la siguiente pregunta:
¿Cuál es el concepto de honor en esencia, al estilo y uso celta? ¿Cómo pueden entender y percibir los druidas o seguidores druídicos de hoy, esta cualidad?
Una definición que se podría desarrollar sería la siguiente:
Se entiende por Honor, aquella cualidad ética inherente a todo ser humano que una vez avivada o despertada, nos impulsa al más estricto cumplimiento de nuestros deberes respecto del prójimo y de nosotros mismos.
Por prójimo, el Druidismo entiende y percibe, que además de otros seres humanos, el concepto druídico abarcaría al resto de componentes del reino animal y de los otros dos reinos tangibles: Vegetal y Mineral, así como los orbes o entidades de los Mundos invisibles.
El Honor en la filosofía y espiritualidad druídica, se considera una de las principales virtudes entre los seres humanos, siendo un atributo de nuestra alma que nos impele en nuestras relaciones con los demás, a actuar de una determinada forma, siendo dichas actuaciones propias, consideradas como un código, que incluso algunas veces, se opone a nuestros propios intereses, especialmente si éstos son materiales. El honor es especialmente maximizado, cuando tratamos con otros seres, habitualmente humanos, que poseen el mismo patrón de honor.
Este concepto de honor druídico, tiene una interpretación propia, significativa y binaria.
Se trata de una cualidad anímica y al unísono, de un sentimiento interno e individual de la idiosincrasia del ser humano, que impulsó a los antiguos celtas y a los seguidores druídicos actuales de ambos sexos, a guiarse por principios morales, éticos y espirituales concretos. Obviamente el honor va ligado a otra serie de virtudes, como son la Justicia, la Hospitalidad, la Honestidad, etc.
Pero como sentimiento, el seguidor druídico, hombre o mujer, actúa con honor, según ésta percepción, cuando cumple sus compromisos y no comete actos indignos de su condición espiritual y humana, que serían considerados, incluso por su propia conciencia, como deshonrosos, aunque dichas actuaciones, dignas o indignas, nunca trasciendan al dominio público.
Como cualidad anímica, moral y ética nos lleva al íntegro cumplimiento de nuestros compromisos con respecto a los demás y de nuestras responsabilidades con respecto a nosotros mismos, y aunque dicha condición del alma, tiende a la realización de las cosas de una forma digna, según nuestros parámetros, no busca el honor como un fin en sí mismo, ni para vanagloria personal.
Hagamos un inciso para aclarar las dudas u objeciones que surjan al respecto.
Código y dogma, no tienen significados sinónimos, incluso un código espiritual puede llegar a ser un desafío para el dogma religioso.
Un código es un conjunto o recopilación de reglas, pautas, símbolos e informaciones elaboradas para transmitirse. Un dogma es un punto cardinal en cualquier creencia espiritual o religiosa proclamado como cierto e innegable, que no admite ninguna discusión.
Continuando con el tema que nos ocupa, los celtas de antaño comprendieron que por encima del individuo estaba la tribu y todo se supeditaba a la necesidad común.
Ser expulsado de la tribu era perder el honor y caer en descrédito ante los demás, que era lo peor y más infame que le podía acontecer a un celta, más fatal incluso que su propia muerte.
El historiador latino Tiberio Cazio Asconio Silio Itálico, conocido históricamente como Silio Itálico afirmó en su obra “Púnicas” que los celtas:
"consideran un honor morir en combate, y un violación quemar el cadáver del guerrero así muerto”
Tal sentido del honor llevaba a los celtas de antaño, víctimas de alguna injusticia a ayunar ante la morada de sus ofensores, sabedores de la deshonra que les ocasionaría a los agraviadores, si dejaban morir de hambre a los agraviados, por no atender sus justas reivindicaciones.
Para los celtas en general, era preferible morir con honor que vivir deshonrado, pues en su larga historia y en su periplo por el mundo, destaca su lucha por mantener su dignidad y honor frente a las numerosas adversidades que les sobrevinieron.
El derecho a conservar el honor, es un derecho de la idiosincrasia celta, que se fundamenta en la integridad de sus vidas. Nunca el honor de los celtas les curó de las enfermedades físicas, nunca sació el hambre de sus tribus, pero todo y así, alimentó sus espíritus y les protegió contra perturbaciones anímicas y por ello fue, y es también, sumamente valioso para el hombre y mujer celta
actual que sigue un camino espiritual en consonancia con las esencias druídicas.
Llegados a este punto, observamos que honor y honra o deshonor y deshonra se conectan. Honor y honra aún estando relacionados son distintos. La honra es imputada desde fuera del individuo, hay que adquirirla, y consiste en la aprobación de nuestros actos por los miembros de la comunidad de la que formamos parte. Es un valor social o tribal que se obtiene por integridad y mérito propio. Sin embargo, el honor es personal, es intrínseco al celta y seguidor druídico, es patrimonio de su alma y por tanto ''es'', y la honra, es exterior a su persona y por tanto, „„está‟.
También existió en antiguos tiempos en diversidad de pueblos, la honra, como una distinción o dignidad, heredada de los antepasados. La distinción de ser hijo de tal o cual persona, que se mostraba con gozo. Igualmente está muy presente en todas las narraciones celtas en los numerosos nombres de personajes conocidos, así: Finn Mac Cumhall, Mananann Mac Lêr, Math ap Mathonwy, Retógenos, etc., donde mac o ap o genos, significa “hijo de”. Todo ello nos viene a señalar, una vez más, la dignidad obtenida y el respeto debido, que los celtas consideraban y sentían por sus antepasados, así como la honra apreciada, por ser sus descendientes.
Incluso dicho concepto de honra por el ascendiente, siendo común a muchos otros pueblos, ha trascendido hasta sus lenguajes actuales en los nombres llamado patronímicos, como en el moderno castellano ocurre con la partícula “ez” o “iz”, igual a “hijo de”, así Martínez es hijo de Martín, Pérez de Pedro, Fernández, López, etc. Por supuesto no solo en castellano, sino que en otros idiomas como en el gaélico escocés de hoy, el prefijo Fitz significa, “hijo de” como en Fitzgerald. En inglés o alemán actual, ocurre otro tanto, así existe el sufijo "son" o "sohn" respectivamente, como en Jhonson o Mendelsohn. En gaélico irlandés, existe la partícula O, para designar lo mismo como en O‟Connor. Incluso en un lenguaje tan original y desconocido como el vasco el sufijo “ena”, indica como en Mitxelena, hijo de Mitxel. En árabe el prefijo “ben”, indica también “hijo de”.
Por otra parte y tras este lapso patronímico y ciertas correspondencias simbólicas con otros pueblos, podríamos afirmar que el honor celta y druídico, nada tiene que ver con los conceptos de honor de otras espiritualidades que lo ligan a la virginidad, exclusivamente femenina, y hacen depender un supuesto prestigio, solo de los varones, de las entrepiernas de sus mujeres.
El honor siendo un patrimonio del alma, es un valor espiritual y es una dignidad humana, pero hay bastantes culturas que lo entienden de una forma tal que tiene muchos y claros componentes que hoy se considerarían machistas.
Totalmente alejada se halla la noción celto-druídica del honor, de aquellas que lo definen principalmente en función de la sexualidad, representando un pudor, abstinencia sexual o virginidad mal interpretada, donde el honor de los varones depende del comportamiento sexual de sus madres, esposas, hijas y hermanas.
Para los seguidores druídicos, todo esto es una deformación del concepto del honor que no alude a ningún patrimonio del alma y justamente por ello, no tiene nada de honorable. El honor de los hombres y mujeres celtas paganos y pre-cristianos, nunca residió en sus genitales.
Vivimos en unas sociedades en que lo habitual, usual y rutinario se confunde con lo cabal y natural, y todo es interpretado, como en un gran teatro decimonónico, según esa generalización banal, siendo a la vez un deshonor social ser tachados de "diferentes".
Para poder ocultar esas diversidades individuales que pueden ser criticadas y rechazadas, la mayoría de los individuos modernos, ocultan todo lo personal que les pueda excluir de las normas aceptadas socialmente. A pesar de que todo ser humano en su integridad, es único e irrepetible, su personalidad íntima debe de quedar oculta bajo la capa de la masa, que es pomposa, pero superflua con el fin de no destacar, de no ser diferente, de aquella de la generalidad
Así se genera el miedo hacia uno mismo y hacia los demás y socialmente se induce a que las personas se clasifiquen entre "tiranos" o "esclavos", “lobos o borregos” dentro de la escala social, según sobrestimen o subestimen sus aptitudes personales y así mismos íntegramente con respecto a los demás.
Ambas posiciones encuentran su propia justificación la una en la otra, ya que cuando alguien se considera socialmente esclavo, es porque piensa que tiene un tirano social o laboral que lo esclaviza y nadie puede sentirse un tirano social sin esclavos a los que utilizar y que le sirvan para sus intereses. Y en realidad, ni los que se consideran esclavos, ni los que se consideran tiranos, tienen el suficiente valor para aprender a ser ellos mismos, o dejar de esconder su Yo interior
Ese valor y coraje tan recalcado en las leyendas celtas, en el cual no podía existir la mínima vacilación, ni en las vidas de los protagonistas, ni en el cumplimiento del deber, ni en el logro de sus objetivos.
La más pequeña sombra de duda se convertía en un tremendo fracaso que conllevaba la pérdida de la Honra. Para poder recuperarla, los protagonistas, deberían emprender alguna aventura, participar en alguna batalla o luchar contra una serie de adversidades, o realizar casi cualquier cosa que pusiera de manifiesto su valor, como les ocurrió según cuenta la leyenda, a los hijos de Turenn. Y si no se lograba, si se fracasaba en el intento, siempre quedaba la muerte para recuperar la dignidad y la honra perdida.
Aparentemente la sociedad actual es menos radical, pero tras la apariencia se nos muestra una sociedad que obliga a las personas a una constante lucha por el éxito.
Si éste es alcanzado, es tomado como imagen de la valía personal de los individuos, pero si el sujeto social no desea entrar en este macabro laberinto, se convierte en un ser asocial.
Si por el contrario entra en el juego pero no logra alcanzar las mínimas cotas de lujo o bienestar material o poder exigidas por la mayoría, se convierte en un fracasado y se ve expulsado hacia la clase social de los marginados; es decir, incurre en un falaz deshonor y es condenado a la muerte social, ciertamente menos sangrienta que antaño, pero palpablemente más cruel, ya que no existe ni rendición, reparación o compensación, solo fracaso, marginación y muerte, cuando no suicidio, sin ninguna clase de Honor.
Resulta evidente que para lograr ese ficticio éxito social y evitar este supuesto fracaso, se han escrito cientos de libros sobre diversas formas de estrategia comercial y negociadora y sobre técnicas variadas para conseguirlo.
Pero poco se escribe sobre el Honor de las personas o sobre las maneras de comportamiento o estilos de vida, que ayuden a los individuos a superar los miedos sociales y a liberarse de ideas tan efímeras como esas del éxito o del fracaso social, de la fama, popularidad o descrédito social, del acopio de bienes por cualquier medio, del dominio sobre los demás, etc., pues en realidad todas ellas, no son más que cadenas invisibles que esclavizan.
Poco se ha escrito, sobre cómo liberarse de la droga económica, evitando tener que acudir a las "Fuentes Salvadoras" que fabrican el dinero para demandar una nueva dosis, convirtiendo a los receptores en esclavos de un sistema que los utiliza como marionetas y donde el Honor y la Honestidad, brillan más por su ausencia que por su presencia.
Poco se ha escrito sobre todo ello, cuando en realidad son las personas de la calle las que sostienen cualquier sistema económico. Pero el sistema actual occidental subvierte cualquier valor trascendental y ha convertido al Honor, en algo totalmente obsoleto, ridículo y risible.
Mediante la alineación mental y el consentimiento de la población, se consigue que ésta trabaje y consuma, para sustentar el orden establecido y luche para asumir una cierta posición o categoría social, nivel o clase en la estructura social.
De esta manera, cada clase social procura garantizar su propio nivel de ingresos y rango y controla, aunque sea sin plena conciencia, el nivel inmediatamente inferior a éste, preservando de esta manera la estructura de clase y, por tanto, al propio sistema que la alimenta.
Ello asegura la estabilidad y la seguridad del conjunto de la población, pero consolida también una plutocracia tiránica encubierta, disfrazada de democracia, regida desde las clases financieras dirigentes que carecen justamente de las 3 H: Honor, Honestidad y Honra, haciendo que las personas que controlan, actúen en sus vidas y relaciones, en su mayoría, sin considerar igualmente, las 3 H.
Sin embargo, las personas íntegras, seguras de sí mismas, que se aceptan y se respetan tal y como son, no temen al rechazo, ni a una posible marginación social de una sociedad que por supuesto no les acepta, ni acepta sus conceptos de Honor, Honra y Honestidad, pero a la que ellos tampoco se someten, sino que a lo sumo, simplemente toleran.
Seguramente, serán aquellos, a los que se tildan de política y socialmente incorrectos, rebeldes sin causa, insumisos sociales, conspiradores anti-sistema, revolucionarios espirituales y un largo etc.
Pero dichas personas, sobre todo, no se temen a sí mismas y se atreven a actuar y a comportarse con sus propias ideas y sentimientos, sintiéndose a gusto con ellas mismas, aunque sean diferentes a la masa que los circunda.
No temen las responsabilidades, porque actúan siempre con Honor, ni tienen pavor al fracaso porque actúan con Honestidad, ni endosan las responsabilidades personales a otros, aunque el resultado sea inseguro, porque tiene Honra. Dichas personas no temen a la soledad o al aislamiento social, si éstos les alcanzan, y actúan consecuentemente con su propia esencia, sin miedos ni temores a que alguien interfiera en sus honorables acciones.
Y esta integridad, les convierte en personas de alto Honor, pues son consecuentes consigo mismos, con pocas dudas en sus pautas y actuaciones, pero sin engreimiento, ni vanidades o vanaglorias falaces.
En realidad, solo sería precisa, una mirada hacia el interior de cada uno, una introspección para encontrar el autentico Yo superior, y de esta manera, comprender finalmente que la única forma de convivencia es el respeto sincero e íntegro hacia todo y todos, como parcelas de la Divinidad que todos somos.
La única forma de coexistencia que, verdaderamente elimina esa incomunicación y aislamiento individual frente a la sociedad, es la aceptación de las variadas diferencias que todos los seres humanos, como tales poseemos.
La correcta valoración de las propias cualidades, el respeto Honorable hacia uno mismo y hacia los demás, aceptando incluso tanto nuestro lado positivo como negativo, distingue a los auténticos seres libres. La Integridad de su Honor, define al hombre consecuente con sus esencias, ideas y su personalidad adecuadamente desarrollada.
Aunque ciertamente es casi imposible conciliar completamente una sociedad materialista, utilitaria y hedonista, como son nuestras sociedades mercantilistas actuales, con el honor. Cualidad sin la cual, no puede existir una sociedad abierta, efectiva y justamente distribuida, afectuosa, cordial y espiritual. A pesar de ello, es posible en nuestra sociedad actual, que entre dos personas de honor se pueda establecer un compromiso irrefutable, por el simple hecho de adquirir y establecer unos pactos, dando y recibiendo la palabra de honor.
Aunque suene anacrónico, improcedente y hasta humorístico o burlesco, considerar que una persona es capaz de comprometerse, sin necesidad de firmar un papel o garantía que lo obligue ante la sociedad y la ley establecida a cumplir lo pactado bajo amenaza de castigo grave o pérdida económica gravosa.
Tal es el modo de proceder por ejemplo de los Bancos y sus amos financieros, verdaderos carroñeros de cualquier sociedad de valores moribundos y cadavéricos, que reflejan en ellos la inequívoca enfermedad mortal que padecen sus estructuras o esqueletos sociales. ¿Que es lo que ocurre en estas sociedades coetáneas, que no sucedía o que sucedía a una escala ínfima en las épocas y sociedades de nuestros ancestros celtas? ¿Habrá quizá alguna enseñanza que recuperar o redescubrir?
Se indica, ínfima, porque también en tiempos pasados, tuvo que haber existido el bribón, el ruin, el pícaro y la sabandija humana, con perdón de toda sabandija.
Existió aquel ser humano que perdió la honra y desmereció su honor al no haber cumplido el compromiso adquirido, o que incluso exigía compensaciones para su cumplimiento desorbitadas, procurando que el obligado las incumpliese “ex profeso” para beneficiarse de sus escasas pertenencias materiales
Más o menos como sigue ocurriendo actualmente, pero desgraciadamente hoy en día, este proceder es la norma y lo hallamos en grado superlativo. Pues, sí. Entre los celtas de antaño dar la palabra, adquirir un compromiso, era una garantía de cabal cumplimiento y completa observancia pues nada más y nada menos, se comprometía el mismísimo honor propio, y por supuesto, la credibilidad, fuera personal o incluso tribal.
Inclusive en la batalla, era honorable mostrar cortesía hacia el enemigo y no aprovecharse de una ventaja práctica si un adversario estaba herido.
Un testimonio sobre el Honor celta, nos llega de las conocidas clientelas militares celtas de los llamados en algunos lugares “devotos”, que surgieron alrededor de un personaje central, a quien consagraron fidelidad de por vida hasta el punto de llegar a morir por él o con él. El culto a la fidelidad, en este caso a un caudillo de armas, era consecuencia de su concepto del honor.
Julio César en su libro "De Bellum Gallicum" III, 22, también nos dejó una breve descripción sobre el honor de unos devotos o soldurios aquitanos, que dice así:
"Pero, cuando estaban aquí todos los nuestros ocupados en esto, he aquí que, por la otra parte de la cuidad intentó salir, Adiatuano, que tenía el mando supremo, con seiscientos devotos, a quienes ellos llaman "Soldurios" cuya profesión es participar en vida de todos los bienes de aquellos, a cuya amistad se han consagrado; pero cuando a estos les sucede alguna desgracia, ellos, o la han de sufrir junto a ellos, o han de darse muerte; y aun no se sabe de ninguno que, una vez muerto aquél a cuya amistad se había consagrado, haya rehusado morir"¡
Esta costumbre honorífica que llamó la atención de los clásicos griegos o latinos, la reseñan como idiosincrasia del guerrero celta, aunque también de otros pueblos indoeuropeos, con los que estos historiadores tuvieron contacto.
Aunque ciertamente se dieron casos de cambio de bando o deserción en las Guerras Púnicas por parte de los celtas de Iberia o celtíberos, se comprueba siempre que lo hicieron tras alguna traición, felonía, malos tratos, o incumplimiento de los acuerdos por la otra parte, fuesen cartaginenses o romanos.
Otro caso característico, que nos prueba el grado de firmeza del honor de los celtíberos fue cuando el romano Catón intento comprar los servicios mercenarios de los Turdetanos para reclutarlos en su bando, por el doble de la soldada que recibían del ejército cartaginés.
Los turdetanos en un gesto de nobleza rechazaron tal propuesta como indigna para su honor, según nos lo han transmitido el romano Tito Livio y el bizantino Zonaras.
Mas ejemplos de ello lo tenemos en el poema “Y Gododdin” de Aneirin, en tierras celtas galesas o entre los guerreros Fianna de Irlanda, también entre los fieles guerreros de Vercingetórix en tierras galas e incluso un eco de lo mismo puede verse tras la muerte del celta lusitano Viriato, cuando doscientas parejas de lusitanos lucharon en combates singulares en honor del líder asesinado, a quien se hallaban vinculados hasta la muerte y otros muchos se inmolaron en una honorable batalla a campo abierto, en un lugar elegido por los romanos, cerca de la ciudad de Sagunto.
En definitiva, los ejemplos serían numerosísimos y rebasarían en mucho la síntesis que pretende este módulo.
Como colofón final al presente módulo, podríamos considerar los siguientes puntos, los cuales de ser que observados en los seres humanos que nos rodean, nos revelaría que realmente estamos ante una persona que hace de su Honor un espejo de su esencia y personalidad, de su comportamiento de vida y de sus relaciones con el prójimo:
-La persona de Honor no traiciona los principios a los que ella misma, por su propia voluntad se ha comprometido.
-La persona de Honor es sincera, no falta a su palabra, no viola la espiritualidad del juramento o alianza que realiza.
-La persona de Honor no es desleal, ni rompe compromisos libremente adquiridos, tiene integridad personal y seriedad. No se vende, ni forma pactos civiles o alianzas matrimoniales, por devolver o admitir favores o prebendas, pero a su vez, se muestra magnánima y benefactora.
-La persona de Honor detesta la tiranía, sea en su relación con los demás, sea ejercida dentro de su enlace matrimonial o amoroso. Tiranía, es sinónimo de codicia, sea para obtener mayor prestigio, poder y control o mayores bienes. La aborrece, porque tiene seguridad en los principios y ética que a ella la mueven y cree en el derecho a la libertad de todos los seres humanos y no humanos y por tanto, no es ególatra
-La persona de Honor respeta y honra a sus antepasados genéticos y espirituales, sin los cuales, no sería su heredero, ni le hubieran transmitido estos mismos valores íntimos honorables.
-La persona de Honor es buena amante, sea de su pareja en el ámbito exclusivo de su relación sentimental, porque no traiciona el compromiso de entregar más que obtener, sea en el ámbito de su fraternidad con los demás porque no deserta de sus vínculos afectuosos, a la menor contrariedad, ni abandona a sus hermanos espirituales.
-La persona de Honor, renuncia, y si es necesario sacrifica, su propia comodidad y bienestar, por propósitos espirituales que beneficien y hagan progresar anímicamente a otros. Por sacrificio, debe entenderse aquí, la disposición generosa del ánimo, que lleva a la persona a dedicar parte de su vida y facultades al crecimiento espiritual de los demás, en la defensa de unos valores éticos que considera justos y acordes con su espiritualidad, desechando las sugestiones mundanas encaminadas hacia un excesivo y superfluo bienestar material o de su propio egocentrismo.
-La persona de Honor, busca también su propia elevación y crecimiento como alma única y si acaso es ensalzado por su conducta, busca como pedestal y soporte, la modestia en su corazón, y la afectuosidad de los corazones de sus afines espirituales. La persona de Honor que tiene este anhelo, obtiene como Honra, el decreto de muerte para sus propias vehemencias y jactancias, que son partes oscuras inherentes a su condición humana.
En definitiva el Honor desde un punto de vista druídico quedaría reflejado en el concepto:
“Hacer, aquello que debemos hacer, del modo más hermoso, por el libre compromiso adquirido”
O como dijo un celta llamado Goll Mac Morna, guerrero y adalid del clan Morna y caudillo que fue, de los Fianna de Erín:
“Un hombre, vive después de su vida, pero no después de su honor”
Sobre el Geis ligado al Honor
Sobre esta cuestión, poco se puede añadir a lo ya expuesto tanto en este módulo del Honor como en el apartado que trata de los Geis y Geasas con más extensión.
No obstante, el Geis o los Geasas (plural de Geis), también pueden hallarse ligados al concepto de Honor, dada la variedad de matices que posee, como de hecho así fue, en el contexto cultural celta de los tiempos pre-cristianos, especialmente en las leyendas y tierras irlandesas.
Así pues, como se apuntó anteriormente, podría considerarse que el Geis es una prohibición, si así se prefiere entender, pero de así admitirlo, al menos, deberíamos considerar que estamos ante una prohibición sagrada. Una prohibición sagrada, pero sobre todo, al estilo celta.
Es decir, con diferencias conceptuales que se desvinculan del término estricto de "prohibido" como se entiende actualmente dicha palabra.
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