Caballeros y Dragones: la Monstruosidad como Arma por Velkan Corvinus

 


Por Velkan Corvinus

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“Vlad Draculea, una encarnación de Odín en su tiempo”

-Edred Thorsson

 

Vlad Drácula, Vlad Tepes o El Empalador fue un príncipe valaco conocido por ser de los que se enfrentó e interpuso a la expansión otomana que venía de Turquía. Hoy lamentablemente el estigma del “Conde Drácula”, vampiro chupasangre, a opacado su real y poderosa historia que debería imponerse sobre cualquier estúpida novela de vampiros.

 Fue uno de los tres hijos de Vlad Dracul (Vlad II) que a los 13 años fue dado, junto con su hermano Radu III, en 1444 fue entregado como rehén a los otomanos como una oferta simbólica de servidumbre, lealtad y sumisión al Sultán turco en nombre de Vlad II.

 Fue criado él junto con su hermano bajo la tutela directa del sultán Murád II, tiempo en el cual aprendió el turco y el oficio de la guerra. Su hermano se adaptó a la vida bajo los turcos mucho mejor que Vlad III convirtiéndose en el favorito del sultán.

 Drácula no vivió su estancia con los turcos como su hermano, Drácula a diferencia de él estudió muy atentamente su entorno, a su enemigo, extrajo todo el conocimiento y enseñanzas que pudiera sacar y exprimir de los otomanos, pues en su espíritu era un dragón que no quería ser sometido. Una de las prácticas en donde más puso atención fue en los castigos o formas de terror corporales (por darle un sinónimo más concreto), en donde aprendió el arte del Empalamiento, que era una practica que se hacía en Turquía.

 En 1447 su padre fue asesinado a palos y su hermano mayor, Mircea II, le quemaron los ojos con hierro derretido y lo enterraron vivo. Los asesinatos fueron cometidos gracias a la traición de un aliado de Vlad II bajo el apoyo de la aristocracia del lugar (la burguesía local).

 Dado que el trono de Valaquia estaba vacío se necesitaba un monarca. El favorito del sultán, Radu, hermano menor de Drácula, era aún muy chico para ser monarca, así Vlad III, con el apoyo de los otomanos, lo coronaron como el gobernante de Valaquia.

 Su primer gobierno fue muy conflictivo, además duró muy poco, ya que había muchos aspirantes al trono muy deseosos de quitar a Drácula del camino, lo cual hizo de Drácula tuviera que huir en un primer momento. Pero su exilio sólo le sirvió para avivar la llama de venganza que ya traía en su corazón desde que estaba como rehén de los turcos.

 Cuando volvió a tomar el poder, se dedicó a exterminar a todos sus enemigos cercanos, como los boyardos, que eran una aristocracia de nobles que tenían mucho poder en la zona. No solo fue sádico en cuestión de asesinatos y torturas, sino también fue inteligente en destruirlos en todos los frentes posibles, como el quitarles más y más su control económico en el territorio dejándolos cade vez más sin riqueza ni privilegios.

 Cuando iba a ciudades, y éstos no lo aceptaban, los empelaba a todos, hombres, mujeres y cualquiera que no lo vieran como el gobernante por excelencia. Las razones eran simples, el no querer comerciar con Drácula o no pagar tributo a él era suficiente razón de ejecución. Un ejemplo fue en 1439, hizo que 30,000 colonos alemanes y oficiales fueran empalados. El mensaje era claro, afianzar su poder y la imagen de Vlad III como el monarca absoluto sobre todos, incluso de la aristocracia burguesa y traidora.

 En la pascua de 1459, invitó a los nobles culpables de la muerte de su padre y hermano a una cena pidiéndoles de la manera más cortés que vinieran vestidos con sus mejores prendas. Al terminar la cena, Drácula mandó a empalar a los más viejos, a los jóvenes los obligó a marchar a pie al Castillo Poenari, que estaba en ruinas que estaba a una larga distancia, muchos perdieron la vida en el trayecto. Los que llegaron vivos fueron obligados a reconstruir el castillo, el trabajo duró meses y los ropajes caros de los jóvenes nobles quedaron hechos mierda.

 El empalamiento fue la forma ritual de ejecución predilecto de Drácula, organizando a sus bosques de empalados en formas geométrica. La más común era organizar a los empalados en círculos concéntricos alrededor de las ciudades enemigas, para que sus habitantes al observar a cualquier parte a las afueras de sus ciudades sintieran el terror que venía a por ellos.

 Los empalados quedaban por meses en donde Vlad los había dejado, mostrando un espectáculo de cuerpos podridos formando un bosque de muerte, generando un terror y miedo a cualquiera que presenciaba tal suceso. Como la vez en que un ejercito otomano que iba rumbo a conquistar Valaquia, al ver este bosque de empalados, decido retirarse sin presentar batalla.

 Aunque era cristiano (al principio ortodoxo, después católico) su persona y sus intereses propios estaban por encima de esa doctrina religiosa, luchando y combatiendo tanto a cristianos como a musulmanes por igual. Su voluntad, fuerza y el aura de poder y terror que emanaba Vlad hacia que los musulmanes valacos lucharan en contra de musulmanes turcos, al igual que cristianos valacos contra cualquier otro cristiano. El mensaje: Aquí en Valaquia, yo soy tu Dios.

 En 1459, en el día de San Bartolomé, hizo empalar a una gran cantidad de traidores en Transilvania, organizando un festín en el centro del bosque de empalados transilvanos. El festín duró hasta la noche, y cuando Vlad quiso que se alumbrara su banquete, hizo al ejército que incendiara la ciudad.

 Vlad está lleno de varias crónicas e historias. Se dice que cada mañana desayunaba mojando el su pan en la sangre de sus víctimas mientras los miraba fijamente. También se cuenta la vez que Vlad dejó una copa cerca del pozo de una aldea para que cualquiera que lo necesitara bebiera agua usando su copa, nadie jamás tomó la copa, ni siquiera se atrevían a mirarla.

 En 1461, libró una batalla contra el sultán Mehmed II (sucesor de Murad II), junto con el cual creció cuando era rehén de su antecesor. En todas las veces que Vlad tuvo la oportunidad de mostrar su odio a los otomanos las aprovechó. Una vez hizo una trampa en la cual fingió se capturado con por los turcos llevando los tributos al sultán, lo que también llevaba era un ejército en retaguardia derrotando a los otomanos cuando llegó el momento.

 Vlad tenía enemigos por todos lados, tanto los otomanos como los nobles que querían tomar Valaquia, todas las veces derrotando a sus enemigos e infundiendo miedo y terror a los que sobrevivían o a los que osaran enfrentarlo.

 

Al final, en 1476, en una batalla contra los turcos Vlad caería luchando.

 

Vlad Drácula es la encarnación de la venganza, el terror y el miedo por excelencia. La influencia del Señor Empalador no son solamente estúpidas novelas de vampiros, lo que nos enseña hoy en día es una doctrina de guerra, una postura espiritual y combativa en contra del Imperio de la Nada.

 Al igual que Vlad en sus primeros años, nosotros hemos sido lanzados como rehenes al Imperio de la Nada, al mundo moderno gobernado por empresarios, corruptos, burgueses y toda esa nueva calaña de aristócratas neo-boyardos que matan y conspiran en contra de todo aquel que quiera liberarse de su influencia, y más que todo, en contra de aquellos que invitan a otros a liberarse. Nosotros al estar bajo el dominio de ellos, como Vlad, debemos usar sus herramientas, aprender de ellos, sus debilidades, sus miedos, aprender a usar sus creaciones e invenciones para usarlas después en contra de ellos.

 Podemos ver como los nuevos paladines, los aristócratas neo-boyardos y nobles del Mundo Moderno, del Imperio, se muestran como los Caballeros de la Justicia hacia los demás, o ponen a sus lugartenientes como los Caballeros Blancos y Héroes para el pueblo o la sociedad. Los Caballeros y Príncipes Azules sirven solamente a la corona, y la corona la tiene el enemigo. Los que salen fuera del visto bueno son llamados forajidos y bandidos, como Robin Hood y Juan Bautista Bairoletto. Son puestos como los monstruos detrás del cerco, las brujas, hombres lobo y dragones que amenazan con traer el caos al Imperio. De una cosa si tienen razón, queremos el caos y la destrucción del Imperio.

 En este nuevo cuento no es nuestro lugar ser el “caballero inmaculado”, nos toca ser el Dragón, cuyo fuego destruirá todo lo establecido, y de las cenizas surgirá algo nuevo.

 La sangre de nuestros enemigos es el botín de conquista que queremos obtener de ellos y sus ciudades. Los bosques de empalados de Vlad eran un sacrificio ritualístico a su persona, a su poder, a su corona, y un mensaje, no a los oídos y ojos de sus enemigos, sino a sus corazones y espíritus, dejándoles un claro mensaje: En las oscuras tierras de Valaquia, yo soy su Dios.

 El terror y el miedo son armas espirituales, armas metafísicas que pueden vencer al acero y la pólvora del enemigo más armado. Los otomanos tenían número, armamento, además de ser la potencia más poderosa y amenazadora de su tiempo, y el terror que inspiraba Drácula era capaz de derrotar ejércitos sin luchar.

 Monstruo es una palabra que se le adjudica a los seres que presentan características negativas o ajenas al orden natural de las cosas. El orden natural que impera es el orden del Imperio. Los disidentes y ajenos al Imperio son los monstruos, la monstruosidad es algo que debe llevarse con orgullo, pero no solamente es una palabra, es un grado militar al igual que soldado, pero el monstruo es el combatiente cuya arma es el miedo y el terror.

 Empalemos a nuestros enemigos, dejemos una huella en sus corazones donde sientan un terrible miedo que haga que sus voluntades huyan más rápido que la orina mojando sus pantalones. Levantemos bosques de muerte alrededor de las casas de empresarios, burgueses, políticos, traidores y cobardes. Hagamos banquetes, rodeados de los cadáveres desangrándose de los enemigos de nuestras tribus e incendiemos sus reinos por el simple deseo de alumbrarnos en las noches en lugar de usar la electricidad de las empresas corruptas.

 

Si Ungern-Khan es el Dios de la Guerra, Vlad Drácula, el Señor Empalador, es sin dudas el Dios de la Muerte y la Venganza.

 

Invitemos al Empalador a marchar junto a nosotros, a que nos embriague de venganza, de odio y del deseo de sangre en contra de nuestros enemigos. Llegó el tiempo de despertar al Dragón, y como dice esa frase:

 

“Los hombres no les temen a las espadas, les temen a los monstruos”

 

Agios Dragwlya

Prințul Wallachia





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